lunes, febrero 25, 2008

Primeras palabras.

El sábado, un día de locos por cierto. De esos divertidos e interminables, desfilaron albañiles, chamberos, arquitectos, vendedores, pepenadotes, aleluyos y cuanto ente bizarro coexiste. El tipo que pone ventanas chambeaba haciéndome la platiquita alegremente mientras yo cuidaba que no se chingara nada de la casa y en una de esas le pega un grito a su hermano que parecía el eslabón perdido: “¡Cacún!...ven carnal…¡ven ‘inche Cacún!”.

La intriga se apoderó de mí y no teniendo nada mejor que hacer le pregunté: ¿Oiga Don Ventanas, Por qué “Cacún”?, a lo que inflando el pecho para tomar aire, respondió con una historia que mas o menos iba así:

Resulta que al Cromagnon le decían “Cacún” porque cuando era un pequeño crío primate se lo quitaron a su madre orangután en el hospital porque el pequeño “Cacún” tenía problemas del corazón. Después de muchos estudios y miles de bananas regresaron al niño chango con su madre cuando ya empezaba a hablar y lo único que decía era “Cacún” que se volvió su apodo por el resto de su simiesca vida.

Bueno, hasta ahí quedó la cosa con el buen “Cacún”, pero me quedé pensando que esos apodos son muy comunes en nuestro país y no sé si en otros también y me acordé del ejemplo de la hermana de Paty a la que le dicen “Yiyo” porque la muy huevas no habló hasta quien sabe que edad y lo único que decía era “Yiyo” que según por “Cri-cri” el Grillo cantor. Eso si, después de que entró en confianza con aquello del lenguaje ya nadie la pudo callar como a la rana que estaba cantando debajo del agua.

Ayer, mientras íbamos en el autobús para ir a ver a Iron Maiden nos pusieron la segunda parte de la película de “Los Fockers”, donde la primera palabra que aprende a decir un niñito es “Asshole” y entonces regresé al debraye maniaco.

Me acordé de mi primo antes llamado “Carlitos” y que ahora se hace llamar “Carlos” debido a que “Carlitos” ya no es un nombre digno para un macho alfa de 16 años que ya tiene felpa en los aguacates.

El punto es que cuando yo conocí al buen Carlitos, perdón, quise decir al machazo Carlos, era un escuincle cagado, consentido y mal educado que apenas caminaba encuerado por toda la casa de mi abuela haciendo desmanes y diciendo a todos la única palabra que sabía decir: “Pendejo”. Palabra muy flexible y que abarca tanta cancha como adjetivo calificativo en nuestro idioma que bien pudo haber sido una buena elección de Carlos para comunicarse a no ser que como es la primera palabra que dijo, supongo que también se le volvió un apodo como en los casos citados de “Cacún” y la “Yiyo”, ya que las últimas veces que tuve la oportunidad de convivir con Carlos, de vez en cuando, si no es que bastante seguido escuché a los demás miembros de la familia llamarlo por esa primera palabrita que pronunció.

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